Este fue el año del renacimiento de Microsoft. Y aunque no logró despertar al dormido Windows Phone, sí logró revitalizar su presencia en el mundo móvil.
Lo hizo de la forma más sensata posible: aprovechando las cosas en las que ya era fuerte y usándolas para entrar a las pantallas más pequeñas. Así, vimos el arribo sin tapujos de Office para Android y iOS; pero la maniobra mejor ejecutada de todas fue la llegada de Outlook.
El programa de correo y calendario ya era una cara familiar, sobre todo entre los usuarios corporativos. Microsoft logró llevar esa misma confiabilidad a los móviles, pero logró sacudirse esa fama de software ‘de 8 a 5’ con gestos táctiles muy bien diseñados y una versatilidad asombrosa: se entiende bien con todos los servicios de correo, no solo con los propios.
En parte, la empresa de Redmond lo logró porque adquirió algunas de las mejores aplicaciones móviles de productividad existentes en el mercado: Wunderlist y Sunrise Calendar. Cada una de ellas se ha mantenido, pero ambas le legaron lo mejor a Outlook.
No solo nominamos esa aplicación porque es excelente, y le añade mucho valor al usuario al permitirle manejar con fluidez esa pesadilla que puede ser el correo electrónico. También, porque encarna el entusiasmo y la buena onda de la nueva Microsoft: las razones por las que está logrando que le volvamos a tener cariño.
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